miércoles, 20 de octubre de 2010

Cálculo

Estamos todos de acuerdo, hay que pensar y ver con optimismo hasta las flores secas posando en el florero que desde aquél día especial que jamás vamos a olvidar jamás vamos a mover de ese lugar. Pero a veces, es martes y sentimos que ya es domingo. La vida no nos alcanza para nada, y menos para todo lo que antes de dormirnos nos prometemos hacer y cumplir -y eso implica mucho más que simplemente ponerse a maniobrar-. Entonces, rogamos para que el sueño supere la preocupación y hasta que no salga el sol y los pajaritos no canten la llegada del día, no pensamos abrir un ojo. 
Llega el momento de levantarse y al principio, todo, desde un supuesto cero, se ve mejor. Es esperado lo inesperado, y tampoco tiene mucho sentido llenarse de expectativas los bolsillos. Aún así, salimos a la rutina y a desayunar acompañados del diario y las bocinas. 
En el puente temporal de mañana a medio día, cada uno con su actividad en particular, el cronograma jamás va a ser impreciso o impuntual, y nos cubre de de ítems y porquerías reciclables, la cabeza ingresa y egresa números, términos, quejas, sellos. 
Así es como se van las ganas, se enojan con nosotros por nuestra impotencia de explotarlas hasta matarlas, entonces se suicidan mientras almorzamos. De modo que, mientras ingerimos nutrientes para seguir, esa capacidad plus, ya perdió todo tipo de disposición para acompañarnos durante lo que resta. Sobre todo, porque no pensamos en suma, sino en resta, hasta vaciar-liquidar-esfumar los restos. Como si todo fuese producto de la erosión continua, del viento y la decepción. Somos ruinas de lo que en realidad queremos ser. 
Empieza a bajar el sol y nos despedimos de la luz natural, de forma informal, forma que no precisa alguna forma en particular, porque, claro está, que mañana va a pasar lo mismo que pasó hoy, entonces ¿para qué lamentarse? ¿para qué presionarnos a dejar algo útil en nuestro historial del día? 
Después cae la noche por completo y damos por finalizado nuestro deber cívico y vital de existir y llenarse de actividades. Como nuestra función fundamental para la subsistencia requerida en cuanto a lo que es PBI ya alcanzó su ciclo, volvemos a ser entes a vapor. 
De chicos, alguna vez, soñamos con ser célebres personajes de la historia y cultura. Creíamos en el amor y en su poder. Y si bien, de grandes, sabemos lo que es amar, o creemos saberlo, no tenemos ganas de oír sermones o canciones de amor, tampoco nos entusiasma oír acerca de historias románticas y religiones pujantes. Nada de eso va a explicar el por qué de nosotros mismos. Al menos, no hoy, no ahora, ni dentro de un rato. 
Este existencialismo básico puede exclamar una vida más llena de "vida", y para eso necesitaríamos aquél complemento del que no queremos depender. Porque somos uno y eso no puede cambiar, ¿para qué sumar? Ya tenemos suficiente. 
Somos un cálculo matemático. Preciso y exacto. Ni más, ni menos.  

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