lunes, 25 de octubre de 2010

Una noche de año nuevo, hace unos cuantos años ya, pasadas las 12 mi abuela empezó a toser. Me acordé de su soledad compensada por tabaco desde el desayuno mezclado con alguna bebida blanca, y lo único que me salió decirle fue ¡SALUD! A lo que ella me contestó Pero, Milagritos, si no estornudé... y nuevamente hablé para decirle ¡No me importa, te deseo salud igual! 
Fue un pseudo-brindis, pero ella no lo entendió. 
Justo hoy soñé que le hacían una especie de funeral y todo el mundo le leía algo menos yo. Y simplemente era porque no había llevado nada de lo que había escrito para ella. Me pareció curioso y no quise indagar demasiado, no me interesaba leer frente a tanta gente desconocida algo así, y tampoco quise improvisar. 
Parece que cuando alguien muere (y esto no es nuevo), de repente todos lo quieren, lo elogian, lo van a extrañar. Sin embargo, mientras ella llamaba por teléfono -si se acordaba el número, o en su defecto dónde había dejado la agenda- al primer familiar que le venía a la cabeza, sus dos gatos le demolían el dos ambientes. Era lo único que tenía cuando se hacían las siete de la tarde: dos gatos.

1 comentario:

  1. Mili, me parece milagroso que el aprendizaje de la gramática, de la sintaxis, de los autores que deben leerse según la academia, no te impida ser tan pero tan elástica y desestructurada al crear. En verdad, estoy predicándote los miedos que tenía, para mi mismo, al momento de decidir estudiar otra cosa que no fuera Letras para poder seguir escribiendo. Creo que voy siguiendo al día lo tuyo y siempre me da mucho placer leer tus poesías. O esta prosa. Bueno, no sigo porque, si no, no voy a tener letra para decir cuando asista a la presentación de tu primer poemario, jaja.

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